El PP debería cuidarse tanto de los ultras declarados de partidos como Alternativa Española, Tercio Católico y demás, como de los rufianes, que siendo ultras o no, se sienten muy a gusto con los primeros, les dan coba, y en nombre del centrismo, e incluso del liberalismo de alguno que hace oposiciones para que el PP le ponga despacho y secretaria, recetan como solución a los males de España el silencio sobre el 11-M, la cárcel para Federico Jiménez Losantos y la vuelta de los homosexuales a las catacumbas. Un concepto un tanto peculiar del centrismo, por no decir del liberalismo.
El escenario electoral más probable en unas elecciones generales sería el inverso al actual. El PP obtendría unos 160 diputados, subiendo en Madrid, Valencia, Murcia, Castilla-La Mancha y alguna otra comunidad, y el PSOE se quedaría en torno a los 150. La diferencia de menos de un punto aumentaría a favor del PP porque los votos a las listas independientes y a las que yo denomino "de fulano de tal" suelen transformarse en apoyos al PP en las generales.
Sin embargo, esto no sería suficiente para que el PSOE dejara el poder. Podríamos llegara a la paradójica situación de contar con mayoría absoluta pepera en el Senado y gobierno de coalición entre el PSOE y uno o dos partidos más con el apoyo parlamentario del resto, excepto el partido de Rajoy.
La buena noticia para los que creemos que el voto al PP es ahora la mejor manera de poner freno a los demanes de ZP, pues consideramos que la abstención es un lujo que no nos podemos permitir -y en cuanto al "cuanto peor, mejor" revolucionario, el que quiera suicidarse que lo haga, pero que deje en paz a los demás- es que la tendencia ha cambiado en contra del partido del gobierno en tan solo tres años, algo inusual en general y nuevo en España. Creo que estos resultados apuntalan a Rajoy y confirman que el PP ha acertado en su mensaje. Todo depende ahora de los ajustes que los populares introduzcan en sus mensajes para que este movimiento se acelere en los próximos meses y de los errores que cometa el PSOE al pactar con los nacionalsocialistas.
Tanto los argumentos de la derecha extrema y las mentiras del 11-M de algunos como la teoría de los conspiranoicos de otros -más de uno se frotaba las manos ayer esperando una derrota del PP para defender ese centrismo-liberalismo tan peculiar que describo en el primer párrafo; ya se sabe que a veces los peores enemigos están en casa- se estrellan. De todas formas, el peligro para el PP, y la mejor noticia para Zapatero, sería que esa alianza de ultras y rufianes consiguiera hacerse con el favor de algún político popular.
Neutralizado el discurso del No a la guerra y una vez constatado el hecho de que el argumento de la derecha extrema -yo creo que el PP es bastante centrista; ojalá en economía y ley y orden fuera un poco más derechista- no cala, Rajoy podría ser presidente del gobierno, siempre que algunos de los suyos, sobre todo los rufianes, no antepongan sus anhelados despacho y secretaria a cuenta del contribuyente, aunque sea minando el edificio, al urgente cambio en el gobierno de España.
El escenario electoral más probable en unas elecciones generales sería el inverso al actual. El PP obtendría unos 160 diputados, subiendo en Madrid, Valencia, Murcia, Castilla-La Mancha y alguna otra comunidad, y el PSOE se quedaría en torno a los 150. La diferencia de menos de un punto aumentaría a favor del PP porque los votos a las listas independientes y a las que yo denomino "de fulano de tal" suelen transformarse en apoyos al PP en las generales.
Sin embargo, esto no sería suficiente para que el PSOE dejara el poder. Podríamos llegara a la paradójica situación de contar con mayoría absoluta pepera en el Senado y gobierno de coalición entre el PSOE y uno o dos partidos más con el apoyo parlamentario del resto, excepto el partido de Rajoy.
La buena noticia para los que creemos que el voto al PP es ahora la mejor manera de poner freno a los demanes de ZP, pues consideramos que la abstención es un lujo que no nos podemos permitir -y en cuanto al "cuanto peor, mejor" revolucionario, el que quiera suicidarse que lo haga, pero que deje en paz a los demás- es que la tendencia ha cambiado en contra del partido del gobierno en tan solo tres años, algo inusual en general y nuevo en España. Creo que estos resultados apuntalan a Rajoy y confirman que el PP ha acertado en su mensaje. Todo depende ahora de los ajustes que los populares introduzcan en sus mensajes para que este movimiento se acelere en los próximos meses y de los errores que cometa el PSOE al pactar con los nacionalsocialistas.
Tanto los argumentos de la derecha extrema y las mentiras del 11-M de algunos como la teoría de los conspiranoicos de otros -más de uno se frotaba las manos ayer esperando una derrota del PP para defender ese centrismo-liberalismo tan peculiar que describo en el primer párrafo; ya se sabe que a veces los peores enemigos están en casa- se estrellan. De todas formas, el peligro para el PP, y la mejor noticia para Zapatero, sería que esa alianza de ultras y rufianes consiguiera hacerse con el favor de algún político popular.
Neutralizado el discurso del No a la guerra y una vez constatado el hecho de que el argumento de la derecha extrema -yo creo que el PP es bastante centrista; ojalá en economía y ley y orden fuera un poco más derechista- no cala, Rajoy podría ser presidente del gobierno, siempre que algunos de los suyos, sobre todo los rufianes, no antepongan sus anhelados despacho y secretaria a cuenta del contribuyente, aunque sea minando el edificio, al urgente cambio en el gobierno de España.