Sunday, April 16, 2006

Un poco de memoria histórica


Imagen de la Puerta de Alcalá durante la Guerra Civil. Fuente: weblog Ajopringue.

¿Aparte de ZP alguien interesado en que algo así se repita aquí, en Bilbao o Barcelona? Si no, ya sabemos lo que hay que hacer, y no precisamente un alzamiento a la 18 de julio. Todavía nos quedan las urnas mientras nos dejen.

Textos republicanos

Me preocupa el republicanismo que en los últimos días exhiben la izquierda española y el nacional-populismo catalán. La deificación de la Segunda República por medio de la apelación evangélica -o koránica- a ciertos valores presuntamente republicanos elimina por completo la reflexión teórica y la indagación histórica que son tan necesarias si de verdad queremos plantearnos un cambio en la forma de Estado. En segundo lugar, este nuevo republicanismo se basa simplemente en la destrucción, no en la creación de nada. Consiste en un nihilismo que pretende convertir el pluralismo liberal en una dictadura sustentada por votos, por no mencionar que la base de esta supuesta república no sería la ciudadanía, sino una confederación de dictaduras étnicas. ¿Representaría esto una avance en términos de libertad e igualdad?

La incultura y el parroquialismo de los españoles no es el mejor caldo de cultivo sobre el que asentar una república, sobre todo cuando los partidarios de ésta basan su discurso y su estrategia precisamente en la exacerbación de estos vicios.

Contra esto propongo un antídoto basado en la lectura de algunos textos que definen y describen una república. En primer lugar Los Discursos de Maquiavelo (Alianza Editorial), texto en el que se contraponen república y monarquía y se relatan algunas de las vicisitudes de la República Romana. La corrupción, la tiranía y la guerra pueden aparecer en cualquier régimen político. La imposibilidad de poder absoluto y una elección informada por parte del pueblo evitarían estas situaciones.

El Espíritu de las Leyes de Montesquieu dedica una parte a la descripción del sistema republicano (Alianza Editorial). Para el francés la ventaja de la república reside en unas condiciones que permiten al pueblo acceder en condiciones de igualdad al conocimiento y la formación, y a una igualdad de trato, que no de resultados, que posibilita decisiones políticas basadas en el bienestar de la mayor parte.
Ambos autores comparten una preocupación: cómo garantizar que el pueblo comparta unos mínimos conocimientos y valores, y así lograr que el poder republicano sea ocupado por los mejores, o al menos no por los peores, que apoyados en el populismo y la riqueza pongan en peligro los derechos individuales y la prosperidad social.
Por último, convendría repasar la jurisprudencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en los años del llamado movimiento de los derechos civiles que puso final a la segregación y discriminación raciales. El fin de la segregación supuso la limitación de los derechos de los estados y la asunción por parte del poder central de competencias locales. A fin de evitar una quiebra constitucional, el Tribunal Supremo procedió a una interpretación finalista y teleológicade la decimocuarta enmienda y se definió el régimen republicano en términos individualistas. Al maximizar la libertad de los ciudadanos sobre la autonomía de las comunidades, los jueces pudieron no sólo abolir la segregación, sino también someter cualquier ley futura que restringiera la libertad de elección al escrutinio. Uno se pregunta cuántas leyes autonómicas españolas resistirían esta prueba.
Una de las conclusiones más claras que se saca del examen de estos textos es que el privilegio y el comunitarismo excluyente están naturalmente reñidos con el espíritu republicano, y que la democracia se basa en la existencia de un cuerpo de seres libres y capaces, sobre cuyo desarrollo personal la comunidad ejerce unas restricciones mínimas que tienen como criterio la salvaguarda de la integridad física y moral de los conciudadanos. Cualquier otra cosa nos llevaría a la tiranía, que podrá se adjetivada como se quiera, pero que no dejaría de ser un retroceso y una regresión. Por desgracia esto es precisamente lo que propone la izquierda gobernante en España. Ojalá los españoles no se dejen engañar esta vez.

Thursday, April 13, 2006

¿Qué pasará en Italia?

Esta es una de esas ocasiones en las que uno lamenta haber acertado. El en post anterior decía que la estrategia de Berlusconi en los últimos días de campaña indicaba que la ventaja de la izquierda se había esfumado y que la situación era seguramente de igualdad en la intención de voto. Efectivamente, así ha sido.

Las acusaciones de fraude hechas por Berlusconi son muy graves, y a menos que se descubran irregularidades, fraudes o simplemente errores en el recuento, huelga decir que esta denuncia puede tener un efecto letal en la política italiana. Por una parte es comprensible que con una distancia de 0,1% de los sufragios, se lleve a cabo un recuento. En algunos países, existe un procedimiento automático de recuento cuando la distancia entre el primero y el segundo es menor que el 1%. Una práctica ciertamente imitable, aunque vestirla de fraude introduce un elemento perturbador en el sistema que puede incidir negativamente en su legitimidad.

Voy a aventurar dos posibles razones de la conducta de Berlusconi, asumiendo que los errores que se detecten no varíen el resultado: 1. Quiere evitar que algún elemento de su coalición negocie con Prodi apoyar algunas de sus políticas a cambio de apartar a los elementos más radicales del bloque de izquierdas. Los comunistas, que se han convertido en la cuarta fuerza política italiana, llevaron a cabo una sistemática labor de sabotaje y desestabilizació durante la legislatura de izquierdas de 1996-2000. La consecuencia de esto fue la convocatoria anticipada de elecciones y el triunfo de Berlusconi. 2. Desea negociar él mismo con Prodi, tanto asuntos políticos como personales. Como se solía decir de Felipe González en 1996, al primer ministro italiano tal vez le aguarde un horizonte penal nada favorable.

Una nota sobre la controversia que se produjo en los Estados Unidos tras las presidenciales de 2000: el recuento de votos de las famosas papeletas del condado de Palm Beach, Florida, realizado por diversos medios de comunicación tan poco republicanos como el New York Times y algunas ONGs confirmó la victoria de Bush incluso imputando los votos dudosos a Al Gore. Otra cosa es que algunos de los votos a Pat Buchanan fueran en realidad votos demócratas equivocados, pues en algunos casos el agujero hecho por la máquina estaba justo entre Pat Buchanan y Al Gore. Sin embargo, las normas sobre votos nulos son claras: ante la duda el voto se anula.

He trabajado como interventor electoral en cuatro elecciones y puedo dar fe de que esa es la norma que se aplica en España. En ocasiones son los interventores de los partidos quienes persuaden al presidente de la mesa a anular votos dudosos, pues si se deja pasar alguno sin el acuerdo de todos los interventores la mesa podría ser impugnada. Es un método que evita las disputas y acelera el escrutinio. Además, los votos nulos se adjuntan al expediente y se envían al juez, quien tiene la última palabra. Esto último no ocurre en los Estados Unidos, de modo que cualquier desacuerdo se resuelve necesariamente por medio del litigio. De momento, la fiscalía de Roma ha abierto una investigación sobre 900 votos encontrados por un viandante en la basura. ¿Capítulo primero de una larga historia o falsa alarma? Esperemos que tanto Berlusconi como Prodi estén a la altura y que todos mantengan la calma.

Tuesday, April 04, 2006

Berlusconi: intención de voto y discurso electoral

No quisiera estar en la piel de ningún italiano en estos momentos. Por un lado están las las demenciales propuestas económicas de la coalición de centro-izquierda, mucho más de los segundo que de lo primero, pues el peso de los comunistas no hace sino aumentar. Subida de impuestos e intervención estatal, la receta ideal para el desastre. Como ilustra el caso portugués, a la ineficacia socialista le puede suceder la parálisis de la derecha para concluir en el desastre total que ha seguido a la victoria socialista y que el electorado portugués ha sancionado duramente tanto en las municipales como en las presidenciales.

Por otro lado están las prácticas populistas y el recurso al chiste fácil y al insulto de Berlusconi, que por cierto, no es peor que la vicepresidenta del gobierno en cuanto a improperios, y en cuya coalición de gobierno no figuran los fascistas de Alessandra Mussolini, como algunos diarios madrileños intentan hacer creer al lector -no se descarta que ocurra, porque al igual que en la izquierda parece ser que los extremos van a salir beneficiados en estas elecciones. ¿Votaría usted a Polanco si fuera liberal? ¡Menudo dilema!

La cobertura de las elecciones italianas por parte de la prensa madrileña es en general hostil a Berlusconi. Las crónicas de El Mundo y de El País, que se limita a "intertextualizar" lo que dice el primero, se centran casi exclusivamente en los insultos que presuntamente lanza Berlusconi. Cuando uno entra en el cuerpo de la noticia se percata de que el insulto tal vez no fue tal, y de que el significado del mismo es al menos ambiguo.

Por su parte ABC mantiene un tono neutral, sin incidir en los excesos verbales y centrándose en las propuestas políticas de ambos bloques. Es el único periódico que se esfuerza en informar sobre las propuestas políticas de los partidos y explicarlas. Un trabajo impecable que permite al lector español comprender los problemas de Italia y las distintas soluciones que ofrecen los bloques. A veces parece como si el periódico se dirigiera más al elector italiano residente en España que al español ávido de noticias sensacionales sobre países extranjeros.

La Razón es favorable a Berlusconi, aunque sin caer en los argumentos ad hominem contra su adversario, tal como hacen El Mundo y El País pero al revés.

Sin embargo, ninguno de los periódicos mencionados informa sobre las encuestas de opinión. Lo último que supimos, hace ya dos semanas o más, es que el bloque de izquierdas aventajaba al Polo en un 5% de intención de voto, con un porcentaje de indecisos superior al 20%. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? La proporción de indecisos no baja, y Prodi contempla la posibilidad de perder las elecciones, o al menos no conseguir mayoría en el Senado, lo cual produciría una situación de ingobernabilidad insostenible. ¿De dónde saca Prodi esa conclusión?

Como en Italia los sondeos electorales están prohibidos durante la campaña, he ido al Times of India y allí leo que los sondeos de los últimos días -una cosa es no publicar, otra no hacerlos. En España los partidos los realizan hasta el día de reflexión- dan un empate entre los dos bloques, con tendencia al alza de Berlusconi. Tal vez este hecho explique la creciente contundencia del primer ministro italiano, quien consciente de que su campaña electoral está siendo un éxito, ya que seguramente muchos electores lo consideran un mal menor, radicaliza su mensaje, al menos en la forma, para hacer tangible la imagen de la izquierda como opción pésima frente a la suya. Justo lo contrario de lo que hizo Aznar en 1993, que contra toda lógica optó por moderar el mensaje en los últimos días de campaña, craso error que sólo cometería un principiante, o alguien muy mal aconsejado. Tal vez España sea diferente, pero lo más normal es que cuando uno suba en las encuestas marque diferencias con el adversario.

Todo esto me lleva a preguntarme lo siguiente: ¿por qué las últimas encuestas de ABC y El País no contienen ni imputación de voto ni porcentaje de indecisos, cuya inclusión en el cálculo suele beneficiar al PP? Esta práctica contraria a las reglas básicas de la encuesta electoral coincide con un continuo llamamiento a Rajoy para que baje el tono de su oposición al gobierno. Espero que en este caso el líder del PP esté mejor asesorado que el Aznar del 93.

¿Distritos uninominales en España?

A menudo uno oye decir que la introducción de distritos uninominales en España mejoraría la calidad de la democracia. El argumentario de los defensores de este cambio en el sistema electoral es: menor control de las sedes centrales de los partidos sobre la selección de candidatos, mayor responsabilidad de los representantes ante los electores, mayor importancia del Congreso versus Ejecutivo en el proceso legislativo, mayor participación ciudadana en la política.
En teoría todos estos argumentos son válidos. Sin embargo, los casos en los que tal sistema electoral existe revelan grandes problemas:
1. Clientelismo y corrupción. Los especialistas en América Latina señalan que los distritos uninominales producen la oligarquización de la representación y el transfugismo.
2. Baja participación electoral. La mayoría de los estudios sobre los sistemas británico y norteamericano señalan que debido a que la mayoría de los distritos son "safe seats", es decir, zonas en las que siempre gana el mismo partido, -¿quién traza los límites de los distritos?, ¿un grupo de amigos del presidente de cada Comunidad Autónoma?, ¿una mesa de partidos?- la participación electoral es muy baja, porque no existe incentivo para votart si uno sabe que en su barrio, pueblo o comarca el candidato preferido pertenece al partido minoritario. La identificación partidista sigue siendo el predictor más fiable de voto, mucho más que cualquier otro indicador, en la mayoría de las democracias occidentales.
En el caso norteamericano, hay una relación directa entre el tamaño del distrito y la participación. Las elecciones al Senado y las presidenciales, en las que la circunscripción es el estado, tienen una participación que en muchas ocasiones dobla las registradas para la Cámara de Representantes, los condados y las ciudades. A mayor competitividad, es decir, posibilidad de que cambie el partido en el poder, mayor participación. Este axioma se cumple en casi todos los países, pero en una proporción entre dos y tres veces más fuerte en el caso de distritos uninominales.
3. Distorsión de la proporcionalidad. El sistema británico produce amplias mayorías para el partido gobernante, que en los últimos años ha llegado hasta el 60% de la representación, sin que en ningún caso el partido más votado haya sobrepasado el 45% de los votos. Lo mismo se observa en Francia y en Canadá. El sistema electoral tiene dos funciones, representación y gobernabilidad. En estos tres países la segunda función se consigue a expensas de la primera. Tanto es así, que en el caso francés entre el 20 y el 25% de los votos no se traducen en ninguna representación (Frente Nacional y Troskistas principalmente). Es decir, uno de cada cuatro votantes en Francia no tiene ni un solo representante en la Asamblea. Para el resto de las democracias occidentales, la proporción de votos con representación nula está por debajo del 10%, y menos del 3% en Estados Unidos, Israel y Holanda. En Alemania, España y Gran Bretaña el voto "nulo de hecho" se sitúa alrededor del 5%.
El sistema electoral ideal debería combinar la responsabilidad del representante con una representatividad alta (que el mayor número posible de votos se traduzca en representación, aunque ésta no sea igual a la proporción de votos) y gobernabilidad, es decir, que el partido más votados puedan formar gobierno de forma estable y sin sufrir chantajes de minorías antisistema o antinacionales.
El sistema alemán es sin duda preferible al francés, el peor de todos porque produce las mayores distorsiones y deja a un gran número de electores sin voz, y al norteamericano, ya que en España no existe un bipartidismo perfecto, sino zonas bipartidistas (Madrid, las dos Castillas, Murcia etc..) y zonas multipartidistas (País Vasco, Cataluña...). El sistema alemán consiste en dividir la representación a partes iguales entre distritos uninominales y un distrito nacional único para el que el umbral de votos es el 5%. Este sistema sería bueno para España, pues si bien los dos partidos nacionales -PP y PSOE- no obtendrían representación en amplias zonas del país, y los nacionalistas saldrían beneficiados, los elegidos por medio de la lista nacional provendrían sólo de partidos nacionales. Además, la participación no variaría, porque, si por ejemplo el votante del PP en Gerona o del PSOE en Ávila no tendría incentivo para acudir a votar en distrito uninominal, sí que lo tendría para apoyar la lista nacional de su partido.
La adopción del sistema alemán en España no eliminaría a ningún partido del Congreso, es decir, no se produciría el efecto perverso del sistema francés, y al mismo tiempo aumentaría la representación de los partidos nacionales con más de un 5% de los votos, esto es, los partidos que mejor representan el interés general, al menos en teóría, ya que son capaces de presentar candidatos en toda la nación y unir intereses diferentes, tanto de clase como territoriales, en su militancia, y de hecho funcionan como auténticas coaliciones electorales.
Otro sistema, que fue propuesto por el CDS en los noventa, sería la adición de un número de diputados (entre 50 y 100) elegidos con votos restantes, es decir, votos que no se han traducido en representación. Por ejemplo, los votos de IU en las provincias que eligen 3 y 4 diputados irían a ese banco de votos junto a los votos sobrantes del resto de los partidos. En este banco los partidos nacionalistas tendrían un peso casi nulo, pues debido a la concentración de su voto en una o dos provincias, apenas se producen votos sobrantes. Si se estableciera un umbral del 5% el resultado sería parecido al del sistema anterior, aunque en este caso la sobrepresentación de los dos grandes partidos sería menor.
En todo caso, según el simulacro que he hecho, la implantación de este sistema habría dado al PSOE la posibilidad de pactar con CiU o con IU en 1993, en vez de sólo con CiU, como ocurrió debido a que la otra posibilidad exigía pactar con muchos. En 1996, Aznar podría haber prescindido tanto del PNV como de CC. En ambos casos, el poder de CiU no habría sido grande, porque tanto FG como Aznar habrían tenido la posibilidad de pactar, bien con IU bien con PNV y CC al margen de los catalanistas. No hace falta explicar que cuantas más posibilidades de coalición tenga el partido ganador, tanta menor la capacidad de chantaque de las minorías particularistas. De esta forma el partido más votado puede imponer fácilmente a una minoría un acuerdo estable de gobierno sin ceder demasiado, ya que siempre puede recurrir a otro socio. La puja en este caso se produce siempre a la baja -¿quién me pide menos por apoyarme?
De todas formas, esto no es siempre así, como demuestra la actual situación española, en la que el PSOE tenía varias posiblidades de formar una mayoría parlamentaria estable, pero al final decidió no formar ninguna ni firmar pacto legislativo con nadie, al contrario de lo que hicieron FG y Azanr en 1993 y 1996, y limitarse a ir pactando las leyes una por una con varias fuerzas políticas al mismo tiempo. El resultado es demasiado obvio como para comentarlo.
En conclusión, cualquier debate sobre cambios en el sistema electoral no puede basarse en los presuntos beneficios a priori, sino que debe partir del estudio de la política comparada y de los simulacros que la tecnología permite efectuar. Ninguna de estas técnicas es perfecta, porque al final pueden intervenir otras variables que de difícil cuantificación en un modelo teórico, o que simplemente no se previeron. Pero de todas formas esto es preferible a la demagogia que también en este caso se está imponiendo en nuestro país. Dos ejemplos de lo que hablo son las propuestas de cambio de sistema electoral que defiende el director de El Mundo, que ignoran por completo tanto la perversión electoral francesa como que España no tiene un bipartidismo perfecto, y la propuesta de elección directa de alcaldes del ministro Jorge Sevilla, que además de fomentar el populismo y eliminar la competitividad electoral en muchas zonas de España, crearía bloqueos en el caso de que el elector diera su apoyo a un alcalde y a un concejal o lista de concejales de diferentes partidos.
Introducir esta práctica en un país como España, que a diferencia de los Estados Unidos carece de organismos de control presupuestario independientes -¿quién escucha al Tribunal de Cuentas?- y de un auténtico sistema de "checks and balances" entre los poderes políticos, sería como invitar a todos los ayuntamientos a seguir el ejemplo marbellí. La ingeniería institucional es beneficiosa siempre que se lleve a cabo de forma global. Los parches temporarles guiados por el espíritu de la "trágala" no sólo no resuelven los problemas, sino que pueden crear otros que antes no existían. La actualidad política española es un triste ejemplo de lo que digo.

Sunday, April 02, 2006

EEUU y el sionismo

He estado haciendo una pequeña investigación a cuenta del artículo que dos profesores norteamericanos han publicado diciendo que los sionistas son los amos de Estados Unidos, y que su lobby impone sus decisiones a todos los poderes de Washington. Los argumentos no son nada originales, y la evidencia es muy sesgada. La manipulación consiste en seleccionar una sola variable independiente y contar los casos en los que la predicción se cumple. ¿Y en los que no? ¿Y si existen otros factores? Eso no parece importar a los estudiosos. El texto completo del artículo está disponible on request a mi dirección de correo electrónico.

He indagado en los orígenes de esta imputación y por supuesto que no está en Juan Aranzadi, ni en la OLP, y ni siquiera en los Hermanos Musulmanes.

El ejemplo más antiguo que he encontrado de la visión de los Estados Unidos como un país dominado por el lobby judío es de el francés Henry Delassus, quien escribió Americanismo y la Conspiración Anti Cristiana. La obra aparece en la página 53 del sensacional libro de Rubin & Rubin Hating America: A History. Los autores citan dos fuentes que han comentado el libro. Huelga decir que Hating America es lectura más que recomendable. ¡Cuántas chorradas se han dicho sobre los Estados Unidos, y cuántas más se siguen diciendo!

El asunto va camino de convertirse en un subgénero literario -mirar la sección de Historia de cualquier Corte Ingllés. Allí encontraréis docenas de libros sobre el asunto. Dos me han llamado poderosamente la atención, y si tengo tiempo los leeré en la piscina este verano:

El primero se titula Una guía del Antiamericanismo, por el periodista Moncho Tamames. El autor dice haber cursado estudios de diversas disciplinas, sin que se diga si finalizó alguno (¿un Montilla?) y dedica el libro a decenas de miles de muertos, se supone que causados por los Estados Unidos, entre ellos, claro está, los del atentado del 11-M en Madrid. El libro suena a producto subcultural de bastante poca calidad, pues el autor agradece a dos personas que hayan buscado las fuentes para él. Es decir, que él se ha dedicado a ensamblar piezas que otros le han buscado para crear una amalgama guay, que contiene hasta un CD, para ganar unas perillas y ganar puntos en algún think tank o chiringuito mediático o del espectáculo izquierdista.

El segundo libro es de Ángel Viñas y se titula Las Garras del Águila. Después de haber dedicado varios años a tratar las relaciones de Hitler y Franco, algo que comenzó a hacer cuando el dictador español seguía vivo, el bueno de Ángel se apunta a la moda antiamericana con un libro pesadísimo, que no creo quepa en mi bolsa de la piscina. Lo mejor será comprarlo, hacer fotocopias de un par de capítulos y luego devolverlo a la tienda. Eso del águila me da bastante miedo, la verdad.

A propósito de miedos, esta tarde he visto la última de Almodóvar con mi madre y me ha gustado mucho. Esta sí que es buena, tanto desde el punto de vista técnico como desde la interpretación. A diferencia de sus últimas pelis, parece que esta vez Almódovar sí asistió a los rodajes y dirigió a sus actrices, que bordan los papeles, especialmente Carmen Maura y una Penélope Cruz que espero sepa elegir mejor sus trabajos a partir de ahora.

Sin embargo, hay algo que no deja de preocuparme en Almódovar. Según algunos, sus personajes no son en realidad mujeres, sino gays, y de ahí que en muchas de sus películas los personajes masculinos heteros suelan correr una suerte bastante adversa. O se mueren o los matan. Más de una amiga mía me ha señalado eso respecto no sólo a Almodóvar, sino también a Gala. Recuerdo a una que se sentía indignada cada vez que alguien repetía ese lugar común de que Gala comprende bien a las mujeres. "No sé a cuáles, desde luego que a mí no" decía ella, y luego añadía algunos términos nada políticamente correctos.

Algún estudioso debería escribir un paper sobre el asunto. Almodóvar como exponente del nacionalismo queer contemporáneo: Transmutación de los géneros y holocausto fálico.