Ayer noche tuve la oportunidad de escuchar el discurso del nuevo Primer Ministro francés, Villepin. Fue una experiencia muy grata y estéticamente enriquecedora. El hemiciclo de la Asamblea Nacional francesa impresiona por su belleza y cierta grandiosidad, una obra maestra a cuya altura la clase política francesa no llega.
Entre las perlas del señor Villepin, dos me llamaron especialmente la atención: "no podemos dejar a Alemania detrás" y "debemos ser la alternativa a un mundo gobernado por grupos de interés". La primera frase es mejor que la célebre broma sobre el Mapamundi de Bilbao. La segunda sería una ingenuidad si no fuera porque Francia es un ejemplo paradigmático de sistema político oligárquico en el que una élite educada en la misma escuela ocupa altos cargos en empesas estatales, gobiernos municipales y puestos en el legislativo y ejecutivo. En ninguna democracia occidental se detecta tanta concentración de poder en tan pocas manos. Un sarcasmo la referencia de Villepin a los grupos de interés. O tal vez no, es decir, a los grupos de interés Francia opone EL grupo de interés de su corrupta clase dirigente.
También se hizo referencia a "la tradicional solidaridad con África", pero eso a mí me hace menos gracia. Cada muestra de amor francés por el continente negro se suele traducir en unos miles de muertos y unas decenas de millones de euros en oscuros pagos.
Escucho que la Torre de Calahorra de Córdoba alberga un museo en el que se niega el Holocausto. Hace dos años y medio visité el lugar y sentí auténtico escándalo por algunas de las cosas que se leen y ven en el recinto. La exhibición consiste en una exaltación del Islam, con una buena dosis de victimismo y una reivindicación de la península Ibérica como territorio moro. Hay una figura parlante de Alfonso X, y el Rey casi reconoce que debería haberse hecho musulmán. Respecto a los judíos se los trata de genocidas y asesinos, culpables de todos los males de occidente. Roger Garaudy, en cuyo honor se creó la ínclita instalación, fue un marxista que luego se convirtió al Islam. Es evidente que La Cuestión Judía de Carlos Marx estaba en el equipaje que el honorable señor trasladó de una a otra orilla.
Lo extraño es que nadie antes haya denunciado ese "museo", y lo triste es que ya es demasiado tarde. El nuevo dogma progre y tolerante impone la aceptación y celebración de toda barbaridad histórica, la recuperación selectiva de cierta historia y la manipulación de aquellos capítulos que consideremos incómodos o desagradables. Así nos va.
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