Tuesday, July 12, 2005

Triste Universidad

Tras año y medio de ausencia obligada, hoy he vuelto a mi Alma Mater, la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid. El mismo paisaje casi estepario en la ruta, calor abrasador a la llegada, instalaciones casi desiertas debido al verano, y el mismo menú de rancho en la cafetería. Eso sí, los camareros llevan elegantes uniformes con chaleco rayado y pajarita, y los servicios han sido reformados, aunque continuamos sin jabón. Las mismas caras de siempre, por las que no parece haya pasado el tiempo -¿seré yo uno de los afortunados?- excepto la del profesor Monedero, que envejece a ritmo acelerado (el estalinismo no es bueno para la salud) y cuya indumentaria gana en color y en marcas norteamericanas. Supongo que la solidaridad con el gobierno chino y sus campos de reeducación llevan a la izquierda a lucir prendas de marca confeccionadas por mano de obra carcelaria. Los liberales tendremos que contrarrestar llevando ropa india para mostrar nuestro apoyo a ese país que poco a poco se abre al mundo -esperemos que el mundo también se abra a él- y que conserva y expande sus libertades democráticas contra tirios y troyanos, socialistas de diversa casta e islamistas.

Observo en las paredes una saturación de pintadas, que se sobreponen unas a otras hasta hacer de los muros un cuadro abstracto de dudoso valor artístico. Entre ellas leo Eskupe al Alcalde, y otras muchas llamando a la juventud a la violencia y al exterminio del adversario político, de clase o de orientación sexual, como las exhortaciones de activistas gays a "desheterorizar" (sic) a la sociedad. Nunca pensé que una felación llegara a convertirse en un acto revolucionario. Tanto peor para el que la practica, que además de quedarse con agujetas en las mandíbulas quedará bastante insatisfecho.

Poco a poco me va invadiendo una tristeza plomiza y sofocante. Poco queda ya de aquel espíritu de auténtica rebeldía de los noventa. Recuerdo la organización de comandos por la libertad de prensa, que visitaban varias veces al día la librería y pedían ABC, El Mundo o Diario 16. Huelga decir que allí sólo se vendía El País. También recuerdo las visitas de políticos de todos los partidos, de los llenos de Rato, Álvarez Cascos y Anguita. Hoy ellos y los que a ellos se parecen son vetados. A menos que uno defienda el nacionalismo étnico y la violencia callejera y comprenda el Islam lo lleva crudo. Si los nacionalsocialistas alemanes levantaran la cabeza se morirían de gusto.

Aquella protesta democrática contra la corrupción y el terrorismo de Estado ha sido reemplazada por el culto a la destrucción, el nihilismo y la ignorancia. En los cristales de la oficina de Alternativa Universitaria-Estudiantes de Izquierda, la correa de transmisión de IU en la Universidad, se puede ver una bandera de las FARC. A pocos centímetros, un cartel anuncia el carácter antiimperialista y en contra de la guerra de la asociación y la celebración de un Congreso en Venezuela auspiciado por Chávez. La crasa contradicción es demasiado obvia para ser comentada. De todas formas, entristece saber que los criterios de AU-EI son sumamente selectivos, y que el partido de Llamazares se ha convertido en algo así como el Otegui de la política internacional -ZP sería Ibarreche- dedicado a la defensa de cualquier asesino en serie, narcotraficante o tirano que se defina como antinorteamericano.

Entro en la biblioteca y no encuentro en el expositor de novedades ni un solo libro que se aparte del neomarxismo, y mientras busco Por qué Le Pen de Ferran Gallego, que a la vista de la evolución posterior del autor parece se percibe como un confuso canto de cisne izquierdista previo a una aparente resurrección liberal -descansa en paz Jorge, aquí dos lloraron tu muerte, y uno vio caerse de un pedestal la preciosa imagen construida por años de legendarios elogios-. Decía que mientras buscaba un libro sobre Le Pen descubro Ser de derechas, de German Yanke. Me pregunto qué malévola mente habrá decidido colocar el volumen en la estantería correspondiente a la extrema derecha y el neofascismo, y no en la dedicada a liberalismo y conservadurismo. El hallazgo actúa como un golpe de gracia que me hace abandonar la biblioteca, tomar un rápido té en la cafetería y abandonar el edificio. Durante los años he establecido relaciones de cordialidad y alguna cercana a la amistad con algunos bibliotecarios. Ahora me espanta pensar que alguno de ellos haya sido infectado por el virus del sectarismo y la intolerancia. Me figuro que en tiempos de la Peste Negra, el individuo aparentemente sano escudriñaría con idéntica ansiedad los rostros de sus conciudadanos en busca de síntomas de infección. Al mismo tiempo rogaría a Dios para que ese ligero dolor de cabeza que le produce su somera investigación no fuera también síntoma de enfermedad.

Mientras camino hacia la parada de autobús intento recordar aquellos versos de Quevedo que intento aplicar a mi facultad, a ese lugar en el que pasé lo que sin duda fueron mis mejores años.
Sólo espero que a pesar de la intransigencia y el sinsentido totalitario imperantes en estos días, la facul siga siendo para muchos su finest hour.

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día...
Francisco de Quevedo.

1 comment:

Francisco Vargas said...

A mí ya sólo me queda un año para salir de esa facultad. Las cosas están cada vez peor para los que no predicamos el credo progresista. ¿Cómo hiciste para sobrevivir y además optar por doctorarte en tan sectaria facultad? Hubo un tiempo en el que pensé en doctorarme, pero, visto lo visto, deseché esa idea de mi cabeza.

Por cierto, lo de la incitación a la violencia es cada vez más patente y preocupante. Es peligroso mover se en Somosaguas.