Thursday, October 16, 2008

El mercado no ha muerto

José María Lassalle firma un interesante artículo en El País donde defiende el liberalismo contra sus críticos. Como siempre, mezcla alguna churra con una o dos merinas, pero creo que en general tiene razón.

En el discurso que se comenta, Kennedy dedicó duras críticas hacia aquellos que, ante estos problemas, se refugian en la simplificación mitómana de los clichés, los hechos prefabricados y el conformismo de una opinión que elude las dificultades del pensamiento. Actitud que recuerda la mostrada estas últimas semanas por amplios sectores de la izquierda que, de repente, han tratado de saldar cuentas con la economía de mercado y sus fundamentos liberales, justificando así la vuelta a políticas keynesianas y de mercantilismo de Estado que, de aplicarse, comprometerían seriamente las fuentes de generación colectiva de nuestra prosperidad...

Es una reflexión muy poco afortunada afirmar, tal y como ha hecho John Stiglitz, que se está produciendo una especie de caída del "Muro" de Wall Street. Primero, porque éste fue un argumento que ya pusieron en circulación en los años 30 tanto el comunismo como el fascismo cuando combatían a las democracias liberales tras producirse el famoso crash bursátil del 29. Y segundo, porque el Muro de verdad, el de Berlín, cayó -y con él la fe ciega en el socialismo de Estado y la economía plani-ficada- cuando la pobreza y la tiranía hicieron inviable su continuidad histórica al dejar tras de sí un balance inaceptable de miseria y dolor colectivos...

El libre funcionamiento de un orden de mercado espontáneo sigue siendo la fórmula que mejor estimula la generación colectiva de riqueza y, al mismo tiempo, la protección global de las libertades individuales y sociales. Pero para que eso sea así, la experiencia histórica también demuestra que se necesita la presencia ineludible de una ley que no se relaje a la hora de impedir la arbitrariedad y los abusos de aquellos que tratan de vulnerar la vigilancia de las autoridades económicas...

Hay que dar respuesta eficaz a la crisis, pues, como concluía el presidente Kennedy en el discurso que se ofrecía al principio, hay que evitar que los problemas se multipliquen "estimulados por nuestra propia negligencia". Sólo así podremos generar "una visión y una energía que demuestre de nuevo al mundo la enorme vitalidad y la fuerza de la sociedad libre". De lo contrario los enemigos de la libertad aprovecharán su oportunidad para espolear ese chovinismo del bienestar que puede hacer que emerjan nuevos apóstoles de la sociedad cerrada.

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