YO TAMBIÉN QUIERO UN PREMIO LADRILLO

La coordinadora gay de Madrid, COGAM, una organización gay fuertemente subvencionada por el Ayuntamiento que preside Alberto Ruiz Gallardón, anunció hace unos días -¡qué coincidencia!- la concesión del Premio Ladrillo a Federico Jiménez Losantos. El citado galardón se concede a personajes caracterizados por su homofobia y oposición a la libertad y derechos humanos de la población homosexual.

Estos son unos fragmentos de Lo que queda de España, de Federico Jiménez Losantos (1995):

"Biel había ganado el premio Prudenci Bertrana de novela con L'adolescent de sal, escrita en mallorquín, que tuvo problemas de censura por su contenigo erótico gay... se unió pronto a nosotros. Era tan buena persona que enseguida lo adoptamos y, lo que tiene mucho más mérito, él también nos adoptó a nosotros".

"En la terraza del Café de la Ópera reinaba Ocaña, el pintor de su propio personaje, que se hizo amigo de Alberto y, por él, un poco de todos nosotros, incluso de los chicos que no "entendíamos"(...) yo lo recuerdo vestido de Charlot paseando por las terrazas desmanteladas un día tremendo de frío y de lluvia, genio y figura, en las mesas del fondo (...) Cuando no se veía obligado a vivir su personaje era Ocaña un ser tímido, recelodo y un punto melancólico (...) No sé cómo Alberto no escribió una Vida de Ocaña, en el estilo valleinclanesco que tanto le iba al personaje; bueno, quizá porque reñía con él cada seis meses para hacer las paces cada cinco".

"Hoy Alberto y Ocaña han desaparecido, como muchos otros de los personajes menos brillantes, pro no menos vivos, que poblaron aquel escaparate de la España gay que se destapó antes que en ningún sitio en Barcelona. El sida ha terminado con muchos de ellos, como un ángel vengador de aquellos años de promiscuidad sin tasa, huelga de convenciones y fiesta de los sentidos. Hoy, aquel frenesí de los homosexuales nos resulta infantil, como las primeras fotos de actrices españolas destapadas, pero entonces tenía un sentido de búsqueda y afirmación de la libertad individual que sólo vivido como experiencia puede entenderse, y el que no vivió aquellos años tampoco puede entender lo que tuvieron de ingenua nobleza, de civilidad naciente".

"De aquel ambiente luminoso guardo el recuerdo de un día en los Baños de San Sebastián, lugar de esparcimiento tradicional del loquerío barcelonés (...) El blanco y el azul de las maderas, el sol implacable, el calor húmedo, la luz, las risas y las sobremesas interminables se me aparecen, ahora que todo aquello ha desaparecido, como un entrevisto y perdido paraíso".

¿Federico homófobo? No lo parece. Más aún, no deja de ser paradójico que tuviera que ser un hetero el que homenajeara a los gays en un libro cuyo lector potencial no era precisamente progre. Recuerdo que todavía en 1995 algunas de las "plumas" mediáticas más conocidas todavía se referían a los gays en tercera persona, algo verdaderamente ridículo porque todo el mundo sabía que "entendían". Y en cuanto a los heteros, no recuerdo ni uno que se refiriera a sus amigos gays con el cariño y el respeto de Federico. Supongo que temerían ser confundidos.

Además de esto, Federico cuenta en el equipo de La Mañana con varios colaboradores gays, dedicó una edición de la sección Un año de amor al amor entre hombres, y el año pasado calificó al psicólogo Aquilino Polaino, quien descalificó la homosexualidad en la comisión del Congreso que preparó el dictamen sobre la ley de matrimonio homosexual, de "troglodita".

La concesión del Premio Ladrillo a Federico, un hecho que coincide sospechosamente con la querella del alcalde benefactor contra el popular locutor, no es simplemente una injusticia, es una vergüenza que evidencia el grado de postración de la llamada "sociedad civil", que no duda en actuar como meretriz de políticos mediocres a cambio de una limosna para contratar a algún liberado más en el chiringuito.

Si eso es un lobby de interés general, prefiero recibir un premio ladrillo a que alguien me confunda con esa gentuza.