MANIFIESTO DE PASTORAL DEL TRABAJO, CÁRITAS DIOCESANA, DELEGACIÓN DE APOSTOLADO SEGLAR, DELEGACIÓN DIOCESANA DE MIGRACIONES, EPPOS (EQUIPOS PARROQUIALES DE PASTORAL OBRERA), HOAC (HERMANDAD OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA), HHT (HERMANDADES DEL TRABAJO) Y JUSTICIA Y PAZ, DE LA DIÓCESIS DE MADRID:
Después de una noche de vigilia de oración y de solidaridad nuestras organizaciones manifiestan lo siguiente: Vemos a la gente herida por el paro, por esta situación de crisis y no podemos mirar a otro sitio.
Nos duele el desempleo, los desahucios, los hogares con la luz cortada y sin agua, la pobreza que sufren tantos madrileños y que nos afecta a todos y especialmente a los trabajadores inmigrantes, a los jóvenes y a las mujeres. Nos lastiman las rupturas familiares que genera el paro.
Nos hiere la crisis alimentaria mundial, que afecta a los países empobrecidos, la crisis ecológica, que afectará más gravemente a las generaciones venideras, y la crisis energética. Nos punza el miedo que nos puede paralizar y genera inseguridad.
Nos parece que la causa de esta crisis está en el consumismo, en la desregulación, en la avidez y la estrechez de miras, en una globalización asimétrica e insolidaria, en la inversión de los procesos de redistribución de la renta. En suma la raíz del problema está en un sistema capitalista, en el que estamos inmersos, que contempla el trabajo como una mercancía y legitima el egoísmo.
Por todo ello, a la luz del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia, proponemos una economía y una sociedad al servicio de la persona, donde se respete la dignidad humana y se priorice al que sufre, donde los cristianos y todas las personas de buena voluntad vivamos la austeridad para compartir y defendamos pública y privadamente el bien común y el destino universal de los bienes.
Pedimos una definición crítica, clara y rotunda de la Iglesia ante esta situación y una implicación en la denuncia desde los más empobrecidos y con ellos. Nos comprometemos a sensibilizar a nuestros hermanos creyentes en esta tarea.
Por último, asumimos que es más gratificante darse y dar que recibir. Queremos que a nadie le falte lo que a otro le sobra. Creemos que si cada uno pone en la mesa de la vida los talentos que tiene, habrá pan para todos y en abundancia. No queremos vivir con la cabeza agachada. Tenemos la esperanza y la ayuda de Dios.
Siempre lo he dicho. ¿Se puede ser liberal y católico? Por supuesto. ¿Se puede ser liberal y aceptar la doctrina social de la Iglesia? No a menos que uno acepte que los círculos son cuadrados y la Tierra triangular. Entre esto y la célebre homilía de Benedicto el día antes de ser elegido Papa, en la que arremetió contra el liberalismo como culpable de todos los males del mundo, lo llevamos claro.
Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas
corrientes ideológicas, cuantas modas del pensamiento… La pequeña barca del
pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas,
zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el
libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago
misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas
sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la
astucia que tiende a inducir en el error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe clara,
según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo.
Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar «zarandear por cualquier
viento de doctrina», parece ser la única actitud que está de moda. Se va
constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y
que sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas.
El que tenga ojos, que vea, y el que no que siga con la venda puesta.