Algunos comentaristas políticos auguran que Obama, que se ha manifestado en contra del matrimonio gay, usará el asunto en su campaña. Parece ser que sus asesores están preparando carteles en los que aparecerá la frase "el matrimonio es entre el hombre y la mujer" con la foto del candidato. Alguno pensará que un comportamiento así es esquizofrénico, aunque a mí no me lo parece. Creo que se puede estar en contra del matrimonio gay y ser al mismo tiempo partidario de la igualdad de derechos, que se puede lograr sin la palabra "matrimonio", algo que como han demostrado las encuestas no les importa a la mayoría de los gays.
Lo que sí me preocupa es que, como suele suceder, al vagón de la oposición al gay marriage se suban otros que sí están en contra de la igualdad y que pretenden que el Estado prohíba o restringa comportamientos privados, consentidos y sin repercusiones para los demás (¿existe alguna relación entre homosexualidad y rendimiento laboral? Si la hay, seguro que es positiva, y no por eso hay que despedir a los trabajadores heterosexuales) que ellos consideran nocivos. Ocurre lo mismo en España con la oposición a Educación para la Ciudadanía. Algunos estamos en contra porque nos parece una inmiscusión inaceptable, otros se oponen porque piensan que los contenidos de la asignatura no son correctos, pero no les importaría que éstos fueran reemplazados por otros igual de intrusivos. Como decía el otro día José Carlos Rodríguez en su columna semanal para LD, la alternativa al laicismo, y por ende al progresismo, no puede ser otra que la libertad, pues de otra forma no saldremos del círculo vicioso de los agravios, el enfrentamiento innecesario y la crispación:
Muchos, en el ámbito católico, ven demencial la política del Gobierno, pero sólo porque creen que son ellos quienes deben ocupar ese lugar y que debe ser su visión del mundo y del hombre la que debe imponerse desde el Estado, y no la de los socialistas. Y se consideran mejores que Zapatero, cuando aquí resultan moralmente indistinguibles. Se equivocan, porque jamás se volverá a favorecer una cosmovisión cristiana desde el Estado en España. No tienen más remedio que conformarse con la defensa de la libertad frente al Estado que quiere conformar nuestras conciencias, aunque sea con cierta hipocresía, con cierta violencia de los verdaderos pensamientos.
Y hablando de moral, John Corvino, conocido como "el moralista gay", explica en un artículo su oposición al hedonismo, algo que no le impide ir a una discoteca, tomarse un par de copas y ponerse a bailar como un loco. Sin embargo, algunos no lo entienden y le acusan de hipocresía:
Hedonism is the view that pleasure is the ONLY moral value. I’m a pluralist about value, and I believe that there are times when pleasure (especially transitory pleasure) must be sacrificed for greater goods.
But one way to get ethics wrong is to insist that pleasure is never a moral value, or worse yet, that it’s a moral evil. Pity those cultures who think that, for example, dancing is immoral.
Aristotle understood that while moderation is crucial, it is important to guard against slipping from a reasonable caution into an unhealthy—and morally undesirable—puritanism. It is especially important for gays to do so, since so many in the world would deny us pleasure—including some important pleasures related to human intimacy.
There are those who caricature gays as being obsessed with pleasure. No doubt some are. Perhaps they’re overreacting to being denied certain pleasures for too long, or perhaps, having been rejected by “normal” society, they lack appropriate social restraints. Everyone needs a moral community, for both its positive and negative injunctions.
But the proper alternative to excessive indulgence is not puritanism; it’s moderation. Our opponents believe that there is never an appropriate context for homoerotic pleasure, so they present us with dilemma: you can either embrace gayness or embrace morality, but not both. It’s a false dilemma, and we ought to denounce it. Put another way, we can reject their bad moralizing without rejecting moralizing altogether.
The fact is that we are all moralists, since we all must decide what to endorse, what to tolerate, and what to forbid. As “The Gay Moralist,” I just happen to write about such things.
Aunque el artículo habla de "nosotros los gays", creo que sus palabras se pueden aplicar a todo el mundo. La clave está en decidir, saber por qué se hacen las cosas y ser conscientes de sus consecuencias. En esto consiste la libertad.
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